¿Alguien recuerda la BAUHAUS?

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La voluntad de limpieza, claridad y generosidad ha alcanzado aquí una victoria. A través de los grandes ventanales se puede ver, ya desde fuera, a la gente trabajando y al que descansa en privado. Cada detalle muestra su construcción, no se oculta ningún tornillo, ningún arte de cincelaje esconde la materia prima. Uno está tentado de valorar esta sinceridad en términos morales”.

Ésta era la impresión de Rudolf Arnheim, el conocido psicólogo y filósofo gestáltico, sobre el edificio de la Bauhaus de Dessau, recogido en el libro Bauhaus de Magdalena Droste.

Bauhaus

La Bauhaus fue una Escuela de Arte, Arquitectura y Diseño que se fundó en 1919 por el arquitecto, urbanista y diseñador de origen germano Walter Gropius. La palabra Bauhaus proviene de los términos Bau (Edificio) y Haus (Casa). Es decir, algo así como “casa de la arquitectura” o “casa de los constructores”. Construir significaba para Gropius una actividad social, intelectual y simbólica y, para ello, utilizó el arte como respuesta a las necesidades de la sociedad de su época interpretando los esquemas propuestos anteriormente  por William Morris y el movimiento Arts & Crafts.

En el momento de su creación los objetivos de la escuela, definidos directamente por el propio Gropius en el Manifiesto de Fundación, consistían en: “…La recuperación de los métodos artesanales en la actividad constructiva, elevar la potencia artesana al mismo nivel que las Bellas Artes e intentar comercializar los productos que, integrados en la producción industrial, se convertirían en objetos de consumo asequibles para el gran público”.

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Resulta particularmente importante analizar todo lo que Gropius señala porque, de forma programática, indica que quiere recuperar los métodos artesanales pero no como reminiscencia de un pasado que ya no volverá, sino aprovechando la ineludible capacidad industrial. Se asume que se debe humanizar la industria, que ésta va a constituirse en el gran instrumento para conseguir acercar el diseño a todo tipo de personas y no exclusivamente a la aristocracia o a la alta burguesía. Es decir, no se niega la industria sino que se aprovecha conscientemente para socializar y vulgarizar, entendido como proceso de acercamiento al público en general, la producción en serie de elementos de diseño.

Gropius

De esta manera, al unir la Escuela de Bellas Artes con la Escuela de Artes Aplicadas, el nuevo centro docente se configuró como la primera Escuela de Diseño del mundo; diseño entendido desde una perspectiva de conjunto, desde una visión holística del problema absoluto.

Sí que es cierto que famosos estudiantes de la Bauhaus, como Marcel Breuer o Joost Schmidt, alcanzaron éxito como diseñadores industriales pero no es menos cierto que, como Gropius argumentaba, recibieron una formación global que les permitía enfrentarse al problema independientemente de la disciplina requerida. Los alumnos terminaban el período académico con una formación muy completa sabiendo dibujar, modelar, fotografiar y diseñar muebles o edificios. La escuela disponía de talleres de ebanistería, teatro, cerámica, tejido, encuadernación o vidriería. Y en esos talleres se introducían los conceptos pictóricos, escultóricos e incluso los arquitectónicos. Grandes maestros pasaron por las aulas de la Bauhaus e incluso vivieron en edificios específicos (pequeñas joyas de la incipiente arquitectura moderna) destinados a ellos: Wassily Kandinsky, Paul Klee, Theo Van Doesburg, László Moholy-Nagy, etc. Además de Walter Gropius y de Ludwig Mies van der Rohe, que fueron respectivamente el primer y último director del centro.

bauhaus2

La Bauhaus supuso una ruptura completa con la docencia tradicional de las artes y oficios, puesto que siempre habían sido entendidas (todavía hoy se delimitan ambas cuestiones) de forma separada. Gropius apostaba por un modelo biunívoco consistente en, por decirlo de alguna manera, “artesanalizar la industria” y en “industrializar la artesanía”; pero no de forma espuria y artificiosa sino tras arduos procesos de entendimiento de los materiales, de las posibilidades, de las interrelaciones… No se negaban las inmensas posibilidades de la industria para permitir el desarrollo de la sociedad, al contrario, se pretendían aprovechar. Pero de una forma controlada y plenamente consciente.

Como transfondo de toda la actividad de la Bauhaus subyacía el propósito de  mejorar las condiciones de vida de la sociedad a través del diseño entendido como mecanismo conciliador de la actividad social, intelectual y simbólica. Y eso sólo podía llevarse a la práctica siendo plenamente consciente de la realidad tecnológica e industrial del momento.

Casi 100 años después del Manifiesto, en la época actual, resulta perfectamente factible plantear cualquier tipo de construcción de manera industrial. Precisamente esta industrialización permite disminuir los costes asociados, mejorar las condiciones de trabajo, en definitiva acercar el buen diseño a la sociedad que lo paga dentro de una razonabilidad de costes. Si nos damos cuenta es la misma circunstancia que expresaba Walter Gropius en el documento fundacional, una aproximación pretendidamente objetiva al hecho de construir.

Obviamente esta argumentación es directamente aplicable al ámbito de la ingeniería, y, consecuentemente, a la ingeniería estructural. Parece evidente que históricamente la ingeniería siempre ha apostado por esa racionalización de los recursos disponibles, una cierta responsabilidad social que se estima que debe ser necesariamente demandada. Pero en ciertas ocasiones los ingenieros aprovechan determinadas circunstancias para poner en práctica lo que, en teoría, ellos mismos se habían vetado con anterioridad.

En definitiva, se pueden aprovechar los ideales originarios de la Bauhaus para tratar de crear buenos diseños sociales, puesto que el receptor de la obra de ingeniería es la misma sociedad, la colectividad a la que pertenecemos. Resulta necesaria la autocrítica, pero entendida como un conjunto de argumentos lógicamente planteados y no como un lenguaje cifrado sólo apto para iniciados y con el que, tras un análisis muy somero, es evidente que el único objetivo es introducir la diferenciación tras un velo de falsa exclusividad. El momento actual exige un cierto código deontológico, una ética personal del trabajo, en definitiva responsabilidad social y concreción de objetivos.

Sí, efectivamente vivimos una época de contrastes. En la sociedad del bienestar colectivo aparece una necesidad incontenible de exaltación de la individualidad. En el contexto más cercano posible las numerosas marcas comerciales tratan de ayudar a que se produzca esa, según parece, obligada caracterización específica. La ropa, los relojes, los coches, por citar sólo algunos, son varios de los símbolos que permiten desarrollar la iconografía requerida, que es entendida exclusivamente como medio para subrayar la diferencia. Como es lógico los ámbitos de la arquitectura y de la ingeniería no podían ser una excepción. Zaragoza deslumbra en el photocall vistiendo un Hadid, de la misma forma que Bilbao conduce un Gehry o Madrid exhibe su cotizado Herzog y de Meuron. Pero no sólo podemos circunscribirnos al ámbito de la arquitectura.

¿Y en ingeniería estructural? Existen puentes que han sido conscientemente diseñados como icónicos, es decir como encarnación de los valores que el país, región o ciudad han querido transmitir al resto del mundo. En definitiva como rasgos diferenciadores. El problema técnico objetivo (es decir la ingeniería) se ha diluido en una más que dudosa voluntad de autoafirmación y habitualmente con resultados, al menos, dudosos.

puentedudoso

Este modelo resulta caduco y obsoleto, incluso denota un cierto paletismo. Un modelo que no resulta sostenible porque no está basado en el profundo respeto y coherencia con la sociedad en la que se debe enmarcar. Es necesario, ahora más que nunca, plantear otra forma de desarrollar el trabajo, otra forma de interpretar la vida y de desarrollar la ética profesional con responsabilidad.

Gropius y sus compañeros, a pesar de Tom Wolfe (¿Quién teme al Bauhaus feroz?), mostraron un camino posible hace 100 años. Evidentemente no podemos retroceder en el tiempo, pero sí que debemos revisar experiencias pretéritas y analizar los éxitos y fracasos asociados para reinterpretar y contextualizar nuestros diseños actuales. Y dado que los planteamientos expresamente objetivos deben formar parte del ADN de cualquier obra de ingeniería quizás, y sólo quizás, podamos extraer alguna conclusión sobre el experimento Bauhaus.

La tecnología y la industria están definitivamente de nuestro lado, pero no para plantear acertijos imposibles sino para conseguir realidades socialmente coherentes.


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Flecha-roja

7 Comentarios

  1. La Bauhaus fue pionera en una época de cambio entre lo tradicional a lo moderno y su espiritu nos llega hasta hoy.

    Os felicito por escribir de diseño, arte y arquitectura en una web de ingeniería estructural, estos conceptos deberían estar en la formación de todo ingeniero civil.

    • Perdón, me extiendo un poquito más.

      Tus palabras suscitan varias reflexiones que paso a enumerar.
      1) En primer lugar enhorabuena a vosotros por vuestra página. Es realmente interesante y absolutamente recomendable (www.dobooku.com) para todos aquellos interesados en estas cuestiones.
      2) Me gustaría que el espíritu de la Bauhaus (el más genuino, no la impersonal interpretación habitual) estuviera bastante más presente en la actualidad.
      3) Efectivamente el diseño, el arte y la arquitectura son cuestiones completamente olvidadas en el recorrido académico de un ingeniero civil. O son materias que no están integradas en el recorrido académico del alumno o, si existen asignaturas específicas, el tratamiento que se hace de estas asignaturas (en general) es muy poco integrador con el resto de materias, digamos, específicas. En cualquier caso el alumno no aprende a vislumbrar el problema ingenieril desde una perspectiva más amplia que la puramente matemática o física…
      4) Creo que hablar de ingeniería estructural sin, al menos, hacer una pequeña referencia al diseño y al arte en general, resulta simplista. ¿Es posible? Por supuesto. Pero es algo así como lo que decían en Expediente X: “La verdad está ahí fuera”. Te puedes quedar en casa, en tu despacho, en tu entorno habitual… Pero si quieres salir, si quieres dar un paso más, creo que hace falta pertrecharse de razones.
      5) Arquitectura e ingeniería estructural. Creo que las obras más interesantes de ingeniería estructural no son arquitectura. De igual manera creo que hay arquitecturas realmente bellas que pueden prescindir de la exaltación estructural para llegar a emocionar. También hay arquitecturas interesantes que emplean la ingeniería estructural para lograr sus fines… Digo esto porque no creo que la discusión sea arquitectura o ingeniería estructural. Me parecen complementarias… ¡Cuando existe la intención de que así sea, por supuesto! Me parece mucho más interesante la comparación escultura-ingeniería estructural. Creo que muchos de los puentes “icónicos” que se están ejecutando en los últimos 30 años responden más al concepto de escultura que al de puente (me refiero a la acepción básica que hemos aprendido en la escuela), lo cual es interesante porque se abren posibilidades sorprendentes de reflexión profesional.

  2. Gracias Jaume. Si alguien es capaz de separar diseño, arte e ingeniería estructural que tire la primera piedra…
    La cuestión del supuesto “enfrentamiento” entre arquitectura e ingeniería estructural daría motivos suficientes para unos cuantos cursos, diplomas de especialización o másters.

    Y en relación con tu comentario acerca de qu este tipo de conocimientos debería estar integrado en el recorrido académico de cualquier ingeniero, evidentemente, no puedo estar más de acuerdo. En cualquier caso todavía digo más. Tan malo es que no exista ninguna materia relacionada con este tipo de cuestiones (que realmente debería estar integrada en muchas asignaturas, no sólo las de estructuras) como que existan asignaturas específicas donde todas estas cuestiones se expliquen de forma absolutamente independiente al resto del itinerario formativo, y casi en plan boutade. La consecuencia de ambas perspectivas es que el alumno no sabe o no puede integrar diferentes inputs en un mismo problema…

  3. Muy bueno el artículo, pero no logro entender completamente este comentario sobre la fotografía del puente:

    [..] Este modelo resulta caduco y obsoleto, incluso denota un cierto paletismo. Un modelo que no resulta sostenible porque no está basado en el profundo respeto y coherencia con la sociedad en la que se debe enmarcar[..]

    A mí el puente me pareció sencillamente hermoso. Ingenioso, creativo….todo. Me encantan las esctructuras que recuerdan a ciertos animales biológicos, como por ejemplo los arcos que hacen de apoyo al tablero del puente. Dónde está ese puente? En qué sociedad debió enmarcarse y no lo logró?

    Saludos, Elena

    • Buenas tardes Elena. Gracias por el comentario.

      Ese puente está en Orense. Y lo primero que tengo que decir es que a mí particularmente no me parece hermoso pero seguramente porque lo veo más como escultura estructural que como escultura sin más.

      En mi opinión es uno de los buenos ejemplos que hay en nuestro país de ingeniería estructural fallida. Sin embargo, continuando con uno de los comentarios anteriores, creo que es una escultura peculiar.

      Y ahora podemos desarrollar un poco más el tema de la escultura-ingeniería estructural. En ingeniería creo que uno de los leitmotiv más genuinos debería ser el “less is more”. O casi, como decía Alberto Campo, “more with less”. Me explico.

      Desde el punto de vista ingenieril Orense necesitaba un puente nuevo para salvar el río. En algún momento alguien pensó que una tipología adecuada para esta nueva estructura podía ser la correspondiente a puente atirantado. Digamos que en el entorno urbano existente de la ciudad era una solución arriesgada pero, en cualquier caso, démosla por correcta de momento. Una vez allí, tomada la decisión formal que es la que condiciona la tipología y viceversa, hay que resolver el problema técnico. Y eso se puede hacer de forma más o menos elegante (y estoy hablando siempre desde el punto de vista técnico). Y en este caso parece claro que la solución no es ideal. En mi humilde opinión se ha optado por la máxima venturiniana (muy respetable aunque no esté de acuerdo con ella en el campo de la ingeniería estructural) del “less is bore”.

      En resumen. Creo que el uso de fondos públicos (esta cuestión siempre debe condicionar la respuesta ingenieril, siempre debe estar presente) y el respeto al entorno construido debe conllevar una reflexión menos subjetiva. En este caso concreto asumo que la decisión formal de la apariencia del puente proviene más de una voluntad poco prudente de exaltación que de un respeto a la realidad pre-construida.

      • Unas cuantas opiniones personales:
        – Hablar de una obra pública sólo des de el punto de vista técnico es reduccionista.
        – ¿Cómo puede ser el puente de Orense fallido si hay personas que les gusta?
        – ¿Quién determina lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer en Obra Pública?
        – Un artista puede hacer cosas feas pero no por ello dejar de ser artista. Su obra será valorada por la calidad de su propuesta. Calidad en su amplio concepto.
        – Lo icónico en Obra Pública es un “problema” cuando su carácter artístico es irrelevante.
        – Quizás la Bauhaus, la producción, la artesanía, etc no hayan sabido entender lo artístico.
        – La Bauhaus fue muy positiva pero estamos en el siglo XXI donde lo bello, lo feo, lo racional, lo emotivo, lo estúpido, lo banal, lo incoherente, etc. conviven en una tensión pasota a pocos metros de distancia.
        – La mentalidad moderna, romántica o ilustrada es la que nos mata.
        Gracias por este interesante debate.
        A seguir dándole vueltas.

        • Seguiremos debatiendo entonces…

          – Hablar de una obra pública sólo desde el punto de vista técnico es reduccionista.
          Particularmente en el campo de los puentes creo que la perspectiva técnica no puede faltar. Como decían en la escuela: Es condición necesaria pero no suficiente. Pero también me declaro culpable de ser muy poco objetivo en esta cuestión. Mi origen me delata.

          – ¿Cómo puede ser el puente de Orense fallido si hay personas que les gusta?
          Por eso trato de subrayar que es una opinión. Trato de razonarla pero es sólo una opinión sin intención de hacer proselitismo. De cualquier manera el éxito, o al menos una cierta cuota de éxito, no es sinónimo de calidad, como nos recuerda constantemente la oreja de Van Gogh (me refiero literalmente al apéndice auditivo del pintor, no al grupo de música).

          – ¿Quién determina lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer en Obra Pública?
          Nadie. Pero desde el mismo momento en el que hay financiación pública creo que el coste económico debe ser una variable a considerar. Nuevamente no con ánimo exclusivo pero sí importante.

          – Un artista puede hacer cosas feas pero no por ello dejar de ser artista. Su obra será valorada por la calidad de su propuesta. Calidad en su amplio concepto.
          Afortunadamente el concepto de artista es muy amplio. Quizás tanto que todos podemos pecar de querer ser artistas, y seguramente lo seamos… En cualquier caso volvemos al problema de quién le pone el cascabel al gato… ¿Quién sentencia la calidad de la propuesta?

          – Lo icónico en Obra Pública es un “problema” cuando su carácter artístico es irrelevante.
          ¿Y cómo valoramos el carácter artístico?

          – Quizás la Bauhaus, la producción, la artesanía, etc no hayan sabido entender lo artístico.
          O quizás lo entendieron desde otro punto de vista. Parece que la escenografía de la sala de talleres define un planteamiento muy artístico.
          Y cada vez que voy a IKEA, que me parece que sigue un planteamiento muy bauhaus, veo cosas que me hacen pensar seriamente sobre el arte.

          – La Bauhaus fue muy positiva pero estamos en el siglo XXI donde lo bello, lo feo, lo racional, lo emotivo, lo estúpido, lo banal, lo incoherente, etc. conviven en una tensión pasota a pocos metros de distancia.
          Sí, y no existen verdades absolutas ni excluyentes. Por eso mismo parece que tener información y desarrollar cierto criterio puede ayudarnos a navegar en estas procelosas aguas.

          – La mentalidad moderna, romántica o ilustrada es la que nos mata.
          Creo que lo que nos mata, lo que nos limita, lo que nos impide profundizar es la mentalidad excluyente… Evidentemente el punto de partida de cada persona será uno concreto con unas coordenadas determinadas pero… Hay que ir un poco más allá.

          Hace unos días Víctor Yepes incluía una lista con unos cuantos libros imprescindibles de ingeniería… Ya puestos, y ya que estamos tratando de expandir nuestros planteamientos, incluyo unas cuantas irreverentes referencias:
          – La Arquitectura del poder. Deyan Sudjic.
          – La rebelión de Atlas. Ayn Rand.
          – Duchamp. Del amor y la muerte, incluso. Juan Antonio Ramírez.
          – Complejidad y contradicción en la arquitectura. Robert Venturi.
          – Dios lo ve. Óscar Tusquets.

          Y gracias igualmente por el debate.

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