Tenemos la suerte de comenzar el año con un post interesantísimo que desarrollado por los Doctores Toni Cladera y Carlos Ribas, ambos profesores e investigadores en la Universitat de les Illes Balears. Nos van a comentar un aspecto muy a tener en cuenta al determinar la resistencia a cortante de un elemento de hormigón.
Es bien conocido que, en ingeniería, el “mejor modelo” no es necesariamente aquel que más se aproxima a la realidad, sino el que permite resolver un determinado problema de forma equilibrada entre “la verdad” y el trinomio tiempo/coste/simplicidad. Esta máxima ha impregnado desde siempre las normativas estructurales y, con frecuencia, estas han incluido formulaciones que se sabía que no eran correctas (o que no representaban fielmente a “la verdad”), pero que se creía que funcionaban suficientemente bien para resolver un problema, hasta que la evidencia empírica dejaba patente un desequilibrio que podría ser peligroso entre “la verdad” y la simplicidad. La evolución de los modelos normativos de resistencia a cortante de elementos de estructuras de hormigón es un ejemplo de esta situación.
Nos centraremos en elementos de hormigón armado sin armadura a cortante, como podrían ser tanto elementos relativamente pequeños tipo viguetas o semiviguetas de 12-20 cm de canto para forjados de edificación, o elementos de canto incluso superiores a los 4 metros, como las losas de cimentación de algunos edificios de gran altura (por ejemplo en el edificio Torre Espacio). Según el código ACI318 vigente hasta el año 2019, la resistencia a cortante de estos elementos se obtenía según: